I
– El hombre gris
La lluvia
golpeaba salvajemente las duras paredes grises del inmenso edificio. Extraños
brazos crecían ramificándose en los niveles superiores, dándole a la ciudad
principal, la apariencia de un gigantesco árbol descolorido. A los pies de la
titánica construcción, se alzaba de forma despareja y atropellada, un millar de
pequeñas casas y edificios, que parecían dejados allí al azar, esparcidos por
algún viento invernal.
El día había
terminado hacía ya varios ciclos, y la ciudad dormía en casi toda su extensión.
Cerca de la cima del Cactus De Hierro, como lo llamaban los habitantes de
Ciudad Baja, sin embargo, un potente orbe de luz continuaba funcionando. Un
hombre leía antiguos documentos, sentado de frente a la puerta, tras un escritorio
de pulida madera oscura. La luz llenaba la espaciosa habitación, decorada
ricamente con costosos tapices de quién sabe qué siglo y refulgía en una
impresionante librería, unos muebles llenos de pequeños adornos y un par de
grotescas estatuas aladas que guardaban la ventana detrás del hombre gris. El
llamado fue veloz, apremiante, desesperado. El hombre levantó la vista del
texto que estaba leyendo, con expresión pétrea y una suave voz dijo: – Adelante
–. La puerta se abrió de inmediato, y un sucio y asustado Caballero Gentil entró
velozmente a la estancia. Sus ojos miraban aterrorizados, y sus ropas estaban empapadas,
cubiertas de barro y sangre. Se arrodilló frente al hombre de gris y su voz se
quebró al intentar hablar.
– ¡Mi señor,
han muerto todos!… –
El hombre
del escritorio lo silenció con un gesto. Se alzó lentamente de su silla
suspensiva y rodeando al caballero se dirigió a cerrar la puerta. El caballero
hizo una mueca de miedo al observar el gesto de su señor, sin embargo guardó
silencio y esperó a que le ordenasen hablar. Los largos ropajes grises del
hombre emitieron un leve crujido cuando este volvió a tomar asiento. Su mirada
fría y calculadora se clavó en el rostro del Caballero Gentil. – Habéis
despertado a las Calamidades… ¿Ha funcionado el sistema de transporte? –
–¡Si mi
señor! – el caballero tragó saliva. – Dos revivieron luego del ritual, y los
escuadrones Gamma y Beta entraron en acción al instante… ¡Pero esas cosas son
implacables!, No habían terminado de apuntarles cuando una se abalanzó contra
el capitán Garred. ¡Lo despedazó como un crío rompe un juguete! ¡La sangre mi
señor! Partió al capitán en dos y nos atacó con la mitad inferior, jamás vi
algo tan grande moverse tan rápido y silenciosamente. – El joven comenzó a
temblar – Ni siquiera las balas de gran calibre las dañaron, únicamente pudimos
someter a una cuando el Sornik intervino... –
- Por
supuesto que el mago pudo dañarla, os advertí que utilicéis armas de acero
Argeo, ¡Imbéciles! – El hombre de gris volvió a levantarse, rabioso, apoyó el
peso en sus manos sobre el escritorio. – Dices que capturaron un ejemplar, ¿Qué
sucedió con el otro? – El caballero evitó mirar a los ojos de su señor – Le vi
por última vez gritándole a la roca que contiene a sus hermanas… Pensaba
sugeriros enviar un equipo para capturarla lo antes posible mi señor. – El
silencio que siguió a la declaración del caballero fue uno tenso, de esos que
pueden ser cortados con un cuchillo, roto únicamente por el sonido de la lluvia
al chocar el granito del edificio. Tanto se prolongó la ausencia de sonido, que
el joven consideró posible que a su señor le hubiera dado un ataque, y se
arriesgo a levantar la vista. Sin embargo su señor estaba contemplando la
dormida ciudad por su amplio ventanal como en un trance. – ¿Alguien más ha
sobrevivido? – Preguntó por fin el hombre de gris.
– No mi señor, yo conseguí escapar de milagro…
Cuando capturamos a la primera, su compañera abrió la boca como si gritase y se
lanzó hacia los pocos que quedaban con una furia asesina. – El caballero se
puso en pie – Mi señor, ¡Insisto!, debemos enviar otro escuadrón a capturarla
lo antes posible, si esa… cosa consigue liberar a sus hermanas… La ciudad, no,
¡el reino estará en peligro! –
- Lo sé. Se
lo que debo hacer – El hombre de gris invitó con un gesto al caballero a
acercarse al ventanal– Mira esta ciudad… tantas vidas, tantas familias dependen
de las decisiones correctas. – Súbitamente el hombre gris tomó al caballero
por el cuello, y con un veloz movimiento lo arrojó al vacío. – ¡¿Mi señor?!
¿Qué?...- tuvo tiempo de decir el sorprendido joven, mientras su cuerpo
comenzaba un vertiginoso descenso. – Necesito silencio – Contestó Sezabel, el
hombre de gris, mientras apuntaba al aterrado caballero con una mano que
comenzó a brillar intensamente. Una pequeña esfera de energía salió despedida
de la palma abierta de Sezabel, alcanzando al Caballero Gentil, desintegrándolo
en medio del aire. La ciudad se ilumino fugazmente, y por un segundo pareció
haber nacido un nuevo sol. Y luego volvió la oscuridad.